Desde que iniciamos el proyecto «Centro de Iniciativa Urbana» (CIU), nuestros amigos y familiares nos preguntan seguido sobre las características de la política «desde adentro». Existe un halo de misterio a su alrededor que oscila entre la presunción constante de corrupción y un fetiche del poder. Esto genera que, por ejemplo, cuando una obra no se inaugura a tiempo surjan dos reacciones: se presume que hubo corrupción o se crean explicaciones sofisticadas sobre pujas internas de poder. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la obra no se inaugura a tiempo ni por corrupción ni por conflictos internos, sino por una planificación y gestión deficiente de los recursos. La intuición que hizo nacer a CIU fue que la causa principal de la ineficiencia en el sector público no es la corrupción sino el bajo nivel de competencias de gestión.
¿Qué ha hecho el Estado para aumentar su eficiencia?
En los últimos 50 años, la gestión privada ha experimentado grandes avances motivados por una competencia feroz que ha incrementado la eficiencia de sus organizaciones. A simple vista, estos avances pueden agruparse en dos universos: desarrollos tecnológicos y competencias de liderazgo y gestión. Lo curioso es que en nuestra (ya no tan) corta experiencia, nos hemos cruzado con muchos/as políticos preocupados por incorporar tecnología y muy pocos dispuestos a modificar su forma de liderar y gestionar.
Lo cierto es que no todas las personas que lideran equipos de gobierno se sienten cómodas con los cambios que proponemos y esto se debe a que una parte importante del cambio tiene que ver con ejercer el poder de un modo distinto: pasar de una administración personalista a la conformación de verdaderos equipos de gobierno.
Aceptar el trabajo en equipo implica ejercer el poder para que este se reproduzca y se multiplique. Se trata de incentivar la formación de personas con responsabilidad y autonomía política y presupuestaria. Esto implica, necesariamente, enfrentarse al temor de perder poder a raíz del crecimiento del otro. Aquí, creemos, está la clave de lo que divide la «vieja” de la “nueva” política. No se trata de una cuestión generacional ni ética: desde nuestra visión, la nueva política multiplica el poder, la vieja política lo acapara. Así funciona la política por dentro.
Las consecuencias negativas de este manejo patronal del poder se manifiestan principalmente en los resultados de gestión. Es que no solo está «mal visto» el manejo del poder a la vieja usanza, sino que además es ineficiente. ¿Por qué un equipo que funciona con la lógica de la nueva política es más eficiente? Porque con las mismas horas de trabajo podés alcanzar resultados infinitamente mejores si incentivas la autonomía, el crecimiento y el liderazgo de tus colaboradores.
La política necesita, más que nunca, recuperar la legitimidad perdida. No existe mejor vía para lograrlo que mostrando resultados: mejorando la calidad de vida y la felicidad de las personas. Esto requiere de un plan adecuado y una gestión eficiente. La gestión será más eficiente con líderes dispuestos a multiplicar el poder mediante la colaboración y la confianza con su equipo: esta es la verdadera naturaleza de la nueva política.
De Manuel Martínez Santacroce y Vicente Candellero
Fundadores del Centro de Iniciativa Urbana